martes, 1 de julio de 2008

Honraras a tu mujer



Tres años hizo el mismo recorrido. 7.30 p.m. en punto lo tenía en la puerta de su amada. Durante ese tiempo fue el hazmerreír de los niños del barrio. La novia que nunca tuvo, le clavó una puñalada fatal. Cuando lo cotidiano no es una señal de amor.


Argumentando, que tienes mala suerte,
vas contándole a la gente, la razón de tu fracaso...
Mal paso

Carlitos tiene vida, tiene flores en la mano y una cajita chiquita tan opuesta a su enorme corazón. “Honraras a tu padre y a tu madre, y a tu novia, y a tu futura esposa, y a la madre de tus hijas (porque sólo quería niñas)…”, rezaba Carlitos, camino a casa de ella. Vestido de traje gris y con zapatos negros que resaltaban sus medias blancas, llegaba puntual a la cita como todos los días.
Tres años haciendo el mismo recorrido: desde el jirón Lima hasta la octava cuadra del jirón Piérola. "Un cuarto pasado las siete", decía mientras afeitaba algunas pelusas de su mentón. Limpio y perfumado con un aroma barato, cerraba y aseguraba con cuidado la puerta de fierro de su casa-puesto de mercado. Los ladrones habían intentado en dos oportunidades llevarse su mercadería.
Vivía solo en aquel puesto del mercado, que él acondicionaba con sumo esmero cuando ella, la novia, la elegida, la que siempre honraría en sus oraciones y en su vida, llegara a visitarlo. Con el ceño fruncido y una nariz que arrugaba ante el mal olor colindante, le regalaba a Carlitos una hora de amor. Luego, había que ir al cine, a la pollería, “qué tal me queda esta faldita, papi”.
-Bien, muy bien.
Ya en la puerta de su casa-puesto alisa el cabello hacia atrás, sujeta aún más la correa de cuero negra que lleva y emprende la caminata cuesta arriba. A su paso, recibe el saludo de la gente mayor, de quienes reconocen en él al caballero que es. Qué diferencia con los insultos y burlas de los niños y adolescentes de Piérola. “Llegó ‘Cachito’ Ramírez”, repetían a coro.
Se detiene en la tienda de doña Margarita, y a pesar de haberse aseado los dientes, compra la caja de chicle y dos cigarros (tuvo que aprender a fumar, porque a ella le agradaba el aroma que ambos desprendían al mezclarse en la boca).
-“¿Qué hora es Carlitos?”, pregunta Margarita.
-“Es hora de ver a mi novia, doña ‘Margaracha’”. Y solo cuando termina de decir esta frase, cae en la cuenta de que su amada, la novia, la madre de sus futuras hijas, le había pedido que no llegue a su casa a las 7.30 p.m., tal como siempre hacía religiosamente durante los tres años de relación que tenían. No había apuro, entonces; eran 25 minutos pasada las 7, y él estaba a una cuadra y media del barrio de los niños que lo confunden con el gran ‘Cachito’ Ramírez.
Pero una interrogante lo asalta, le inquieta la última frase que le dejó ella el día previo: “Por favor, tarda media hora, debo salir con mi padre y mi familia. Si tardo y no encuentras a nadie, yo te busco. No vayas a llorar, ¿ok? Mira que me lo tienes prometido, ¿ya, Carlitos?”.
Corre como si de esa carrera dependiera su vida. Jadeante llega hasta el jirón de los niños malos. La casa de ella, a treinta metros de distancia, luce más alumbrada que nunca. Un arreglo floral pende a la entrada del hogar. Hay un carro lujoso en la puerta adornado con flores.
Son las 7.30 p.m. la hora de siempre, de los últimos tres años. Hace oídos sordos a la confusión que genera con el mítico goleador de la “Bombonera”. Abre los ojos hasta dimensiones no permitidas, aguza la mirada y ve salir a su amada, a su novia, a su futura esposa, a la madre de sus hijas, vestida de blanco del brazo de su padre.
De bruces a la tierra, Carlitos llora, lamenta y maldice, mientras esconde en sus bolsillos los trompos de esos niños malos, muy malos, que lo confundían con el gran ‘Cachito’ Ramírez.

1 comentario:

yil24 dijo...

Sucesos que narran la realidad entre muchos, es común adelantarnos a hechos sin concretarlos, trae consigo infinidades de sorpresas, una muestra de esta realidad esta expuesta en esta línea narrada como digna el señor bethuel,
Con frases que me caracteriza siempre, no esta de más decirlo con un "ojo abierto y otro cerrado" son guías a un camino mas transparente y bien marcadas.
Sin sentimiento de por medio, bajo la crueldad de quienes no quieren valorar aquella pureza que hoy en día son intangible para muchos, suelen fracasar en llanto e impotencia, acuciosamente medito sobre ello y cierro mis ojos en la profundidad con la que me involucre a mano de Carlito o quizás de “Cachito Ramírez”…

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